No hay duda que esta vez el cambio es muy profundo. Cuatro líneas tecnológicas están cambiando las cosas que podemos hacer, la velocidad a la que podemos trabajar, la velocidad a la que podemos comunicarnos y, peor aún, la forma como vemos y ponderamos las cosas que antes nos parecían normales. Nos hemos vuelto de ojo muy fino para distinguir los procesos y prácticas anacrónicas, y vamos perdiendo la paciencia para cosas que antes nos parecían que siempre “fueron así”. Tenemos menos tolerancia y cada vez tendremos menos.

Esas cuatro líneas tecnológicas que están produciendo el cambio son: la realidad aumentada, la realidad virtual, el Internet de las Cosas y la robótica. No podemos mirarlas solamente como “curiosidad” porque, literalmente, están desembarcando y las máquinas nos rodean y reemplazan en muchas ocupaciones que hasta ahora eran pleno dominio del ser humano. Ya no más.

“A desafíos nuevos, respuestas nuevas”. No tiene sentido, literalmente, pelearse contra la tecnología. No podemos gastar energías buscando formas de “cerrarse” a la innovación y a los cambios.

El secreto sin duda está en la educación, con estándares como los que demanda hoy el mundo laboral. La universidad cumple un rol insustituible en la formación de base, imprescindible e insustituible. Pero hoy se requiere muchísimo más.

Lo primero es convencerse que el estudio y la capacitación son tarea para toda la vida, y que llegaron para quedarse. Siempre hay cosas nuevas que aprender, que sirven y se aplican en el trabajo.

Lo segundo son los idiomas, especialmente el inglés. Internet está en inglés y la velocidad del cambio se lee en ese idioma. Argentina, como la mayoría de los países que he visitado dando clases en Latinoamérica, no tienen el tema resuelto ni mucho menos. Es común que los participantes en cursos de temas tan avanzados y cambiantes como supply chain sigan pidiendo que los materiales para leer y para estudiar estén en castellano. Es una verdadera pena. Los chicos tienen que incorporar los idiomas en el momento más fácil de sus vidas: cuando son aún chicos, porque aprenden como esponjas y sin esfuerzo los idiomas que los rodeen. Es una pena que perdamos tanto tiempo y que pensemos que el idioma “es una asignatura”.

Tercero: enseñar a pensar con herramientas matemáticas. Es fundamental que se incorporen los conceptos más básicos de la estadística, porque se dan naturalmente en cualquiera de las situaciones que nos involucran a diario. Para logística y para los procesos que conforman la supply chain no hay otra forma de medir. Una de las consecuencias del internet de las cosas es la ciencia de datos para analizar la inmensa cantidad de información que se genera constantemente.

Cuarto: saber costos y rudimentos de finanzas. Muchos no tienen muy claro las diferencias entre un costo fijo y uno variable; uno directo y uno indirecto; ni la diferencia entre facturación y ganancia. Es muy difícil, sin estas materias de base, encarar con éxito ningún negocio o emprendimiento.

Quinto: adquirir formación profesional en áreas específicas de trabajo, con niveles de conocimiento reconocidos internacionalmente. Si me encuentro buscando trabajo en, por ejemplo, Tokio y hay otro postulante de Japón que compite por el mismo puesto, ya no tiene sentido entablar una discusión sobre si la Universidad de Buenos Aires es mejor o no que la Universidad de Tokio. La discusión ya no pasa por allí. Sí tiene sentido, en cambio, hablar de competencias profesionales. Y si ambos aspirantes al mismo puesto tenemos las mismas certificaciones profesionales, resulta que una gran parte de las dudas están resueltas. Quizás ahora la decisión pase por el hecho que uno domine más idiomas que el otro o que esté dispuesto a viajar más, etc.

Sexto: formación rápida. No hay tiempo para programas de perfeccionamiento largos, por tres razones fundamentales: El costo, el tiempo y la frecuencia de actualización. Los tres van juntos y se retroalimentan. No existe ya la formación que se recibe de una vez y que dure para toda la vida. Por tanto, no tiene sentido que tenga precios exorbitantes y tampoco que demande mucho tiempo, por ser demasiado amplia; por eficiencia en el uso del tiempo ya que no siempre nos interesará o tendremos oportunidad de utilizar todos los conocimientos que vamos recibiendo. Y muchas veces, para no agotar las energías y el escaso tiempo disponible, habrá que buscar respuestas rápidas, de mucha calidad, flexibles y pensadas como partes de un proceso largo de formación que probablemente no termine nunca.

Séptimo: tener visión sistémica y de procesos. Logística y supply chain tienen su alma en los procesos. No tiene sentido seguir pensando en forma aislada. La formación que se pide hoy es así: que tenga conocimiento específico y de nivel en el área funcional donde uno trabaja, pero con visión de procesos y capacidad de integrarse en equipos con el resto de las demás áreas y, eventualmente, con las empresas de la misma supply chain.

Octavo: aprovechar los tiempos de los desplazamientos para leer. “Never without a book” (nunca sin un libro) es el lema de los países sajones. Se ven claras las diferencias que producen a lo largo del tiempo. Leer rinde y abre la cabeza a nuevos conocimientos. Existen decenas de e-readers que pueden ayudar y no son pesados de llevar.

Noveno: tener sitios de consulta de buena calidad en internet. Es mucha la información que existe. Y no hay tiempo para todos.

Décimo: revisar estos puntos con frecuencia y volver a comenzar.

 

(*) Por Ignacio Sánchez Chiappe, director del IEEC – Escuela de Supply Chain y Logística.